sábado, diciembre 30, 2006

Bitches Brew, Miles Davis


Agosto de 1969, la psicodelia se apodera del rock, y Miles Davis se apodera de todo lo que escucha y sucede a su entorno, una vez más, para transformar el jazz. El resultado es Bitches Brew, un álbum profético. Pinceladas de Jimmy Hendrix, de James Brown, de John Coltrane se entremezclan, sin sofisticación, en melodías simples, repetidas hasta la hipnosis.
Con este disco, Miles se sumerge en su etapa electrónica, que ya había comenzado algunos años antes con Filles de Kilimanjaro e In a Silent Way, dos joyas. Rodeado de músicos jóvenes (Miles tenía olfato para descubrir talentos) como Chick Corea, Jack de Johnette, John Mclaughlin, Joe Zawinul, entre otros, Miles busca sonidos nuevos, texturas nuevas. Se aleja del jazz purista para extender sus límites, hasta proyectar originales vetas por donde más tarde sus acompañantes-discípulos continuaron, dando origen a dos de los grupos más importantes del jazz fusión: Weather Report y Mahavishnu Orchestra. Pero lo que en el jazz fusión es virtuosismo lúdico, en Bitches Brew es agresiva búsqueda, narcótica originalidad.
Sus fans parecían no perdonarle a Miles que se alejara del jazz más tradicional, ni de la heroína, pero Miles no componía para ellos, sino que como una compulsión, como esa agitación desbocada que era su propia vida, buscaba nuevas zonas por donde derramar su talento insaciable.
Hasta el 75 duró la era electrónica. Pero tanta psicodelia, tanto jazz, tanto rock, tanto exceso, lo llevó al silencio. Entre el 75 y el 80 no tocó ni una sola vez la trompeta. Mi actividad principal consistía en tomar quinientos dólares diarios de cocaína y coger a todas las mujeres que lograra llevarme a casa. También era adicto al Percodán y al Seconal, los cuales acompañaba con cerveza y cognac.
Bitches Brew es la euforia, el delirio creativo, la liberadora explosión en clave jazzística que experimentaron los Beatles y Pink Floyd en el rock; Ginsberg y Kerouac en la literatura; Warhol y Basquiat en la pintura. Luego vendría la depresión, el encierro, el vacío tras el exceso creativo.
Disco engranaje entre el jazz tradicional y el jazz fusión, cargado de visceral honestidad, Bitches Brew nos invita a escucharlo para desarticular lo organizado, hasta sumirnos en la entrópica armonía de sus improvisaciones.

Bitches Brew, Miles Davis, 1969, Sony.

miércoles, diciembre 06, 2006

Flashbacks, Timothy Leary


¡Dios es una sustancia, una droga!
Gottfried Benn


Todavía me pregunto cómo es que aún no han hecho una película sobre la vida de Timothy Leary. Su autobiografía parece una novela elaborada en los laboratorios de Hollywood: romances, intrigas políticas, persecuciones (con fuga de cárcel incluida), revelaciones místicas, traiciones; parece una novela de formación, o una picaresca, una novela histórica o de suspense. Pero no es una novela. No es ficción, es la vida de Leary.

El elitismo europeo bajo el cual creció Hofmann le hizo oponerse, desde que descubrió los efectos enteogénicos del LSD, ha cualquier intento de masificación de la sustancia. Realizaba sesiones con filósofos, escritores, intelectuales y artistas. Leary creyó lo contrario: había que llevar a cabo una cruzada psicodélica, una revolución neurológica. Desde el Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, la médula intelectual del Imperialismo Norteamericano, comenzó el Proyecto Psilocibina. Preparaban gente para realizar sesiones con personas comunes y corrientes. Simultáneamente, junto a Allen Ginsberg idearon el Gran Plan: iniciar y adiestrar, en la expansión de la conciencia, a estadounidenses influyentes, para así obtener una corriente de opinión pública que apoyara programas masivos de investigación y centros de enseñanza para el consumo inteligente de las drogas.
Por este libro (y por las sesiones con LSD) transitan médicos de Harvard, feligreses protestantes, agentes de la CIA, presos de una penitenciaría, Kerouac, Burroughs, Ginsberg, swamis de la india, los Beatles, los Rolling Stones, Huxley y hasta Marilyn Monroe.
Todo parecía ir sobre ruedas, o sobre alas, pero como dije al comienzo, la vida de Leary parece sacada de una película y muy pronto se produce el quiebre. Cuando se presenta como candidato a gobernador de California, todas las fuerzas republicanas que dominaban el poder persiguen a Leary. Se convierte, en palabras de Nixon, en el hombre más peligroso de América. Su cruzada llama a los jóvenes a enchufarse con el interior, sintonizar con el exterior, y retirarse de todo aquello que te perjudique (Turn on, tune in, drop out). No quería organizar una nueva religión, sino que cada uno creara su propia religión. Creía que era necesario adoptar y orientar hacia un fin pacifista todos los progresos alcanzados por la evolución humana. Y tal como los aviones nos permitían llegar más rápido de un lugar a otro, el LSD había sido descubierto para expandir la conciencia, para llegar neurológicamente más lejos. Lo cual, a fin de cuentas, concedería mayor libertad al ser humano y le restaría poder a las elites dominantes. Razón de sobra para encerrarlo durante siete años por portar dos colas de marihuana.
Entretenida, por momentos apasionante y llena de humor, aunque sin gran profundidad, Flashbacks es la historia de uno de los más importantes defensores de la autonomía en la expansión de la conciencia.

Flashbacks, una autobiografía. Timothy Leary. Alpha Decay, 699 pp.