viernes, septiembre 12, 2008

A tumba abierta, Autobiografía de un grifota, (Oriol Romani)


Cada cierto tiempo, en un bar o en una plaza, en un largo viaje en bus o en tren, me siento junto a alguien que, después de breves presentaciones, me sumerge en el relato de su vida. Historias sin orden cronológico pobladas de aventuras insólitas que bordean lo heroico siempre desde un margen de los acontecimientos. No es la vida de políticos, de artistas, ni de santos o millonarios; es la de aquellos que fueron actores incidentales de grandes sucesos de la Historia. El Botas es uno de esos personajes. Se le apareció en el camino a Oriol Romaní cuando éste preparaba su tesis doctoral de antropología Droga y subcultura: una historia cultural del ‘hash’ en Barcelona (1960-1980). Romaní apretó rec y el Botas echó a andar su memoria. Luego Romaní ordenó cronológicamente el descosido relato, escribió un interesante prólogo y lo publicó. En el prólogo nos presenta al Botas como un sujeto engranaje de dos épocas. La primera, cuando la marihuana era exclusividad de marginados, delincuentes y legionarios, y luego, cuando pasó a ser droga habitual para la rebeldía mainstream de la época, los jipis. Puede que el Botas encarne ese sujeto engranaje, pero en su relato nos encontramos ante la vida de un ladronzuelo, algo traficante y mucho de pícaro, como los de las novelas del siglo de oro español, pero ahora en clave callejera, con los ripios y la pobreza de lenguaje del grifota (marihuanero de la primera época).

El Botas nos cuenta sus trapicherías en las cárceles de España. Es un marginado voluntario, tan alcohólico como grifota. De su relación con el jipismo apenas nos dice que se casó con una sueca jipi con la que traficó durante un tiempo y claro, esta cita, la única descripción de los jipis al interior del relato:

Y me dan un pedazo de chocolate pa que fume. Y yo le digo que quiero beber. Y me dice que no, que ellos no beben. Bueno, leche, si quería leche... y digo: “No, gracias, paso de leche.” Y me dicen: “Uy, es que la bebida es muy mala, juntándola con la droga.” Claro, ya lo sé, que es muy mala, pero yo la llevo a la par. A mí lo mismo me gusta fumarme un petardo que beberme dos botellas de vino... ¡Nada de que una cosa quite la otra! Pero los jipis, no, ninguno.

Como las grandes novelas picarescas, esta historia comienza con la infancia del Botas y no tiene final, o mejor dicho, el relato se detiene de pronto, como si la grabadora hubiese dejado de funcionar, quedando en el aire la sensación de que los excesos y pillerías del Botas, su voz sonando atropellada de excéntricas anécdotas, continua el relato sin fin cuyo registro se pierde entre más vasos de tinto y hashish.


A tumba abierta, Autobiografía de un grifota. Oriol Romaní, Editorial Anagrama, 1986, 153 págs.