sábado, marzo 01, 2008

Alicia en el país de la psicodelia, Lewis Carroll


- Un lado te hará crecer; el otro menguar.
¿Un lado de qué?, pensó Alicia.
- De la seta-
dijo la Oruga, con naturalidad, como si hubiese oído los pensamientos de Alicia.


Si Lewis Carroll escribió Alicia en el país de las maravillas bajo la influencia de alguna droga, si probó o no los hongos mágicos, o cuán adicto era al opio, son preguntas que sólo encuentran respuestas emocionales y tendenciosas. Lo cierto es que no tenemos idea, y lo que sí sabemos es que Alicia, en su novela, se droga, una y otra vez, con distintas sustancias. Quizás era la única manera para ingresar a ese país, donde en palabras del gato Cheshire, todos estamos locos...
- Yo estoy loco; tú también lo estás.
- Y ¿cómo sabes tú si yo estoy loca?- le preguntó Alicia.
- Has de estarlo a la fuerza- le contestó el Gato-, de lo contrario no habrías venido aquí.

Antes de llegar a ese mundo, Alicia ve pasar al conejo blanco, huyendo, apurado, lo sigue por la madriguera, por donde cae y cae hasta dormirse. Al tocar fondo, despierta. Alicia aún no ha experimentado ningún cambio físico. Ninguno, hasta que comienza el cóctel: un frasco que dice bébeme; una caja de cristal dentro de la cual hay un pastelillo sobre el que se lee cómeme; el líquido mágico de un botellín; piedrecitas que se convierten en pequeños pasteles. Alicia va comiendo y probando cuanta sustancia encuentra en su camino, esperando, como una avezada psiconauta, a sentir su efecto antes de incrementar la dosis. Tras cada ingesta, su cuerpo experimenta distintas transformaciones. Empequeñece hasta que la mandíbula choca con sus pies, y luego crece y su cuello se estira y estira hasta que una paloma la confunde con una víbora. Estas metamorfosis son conocidas, en la medicina, como micropsia y macropsia. La percepción del cuerpo creciendo, el mundo circundante se vuelve pequeño, nuestros pies parecen lejanos, ¡Ay, pobres piececitos míos! ¡Quién os pondrá ahora las medias y los zapatos! ¡Tendréis que arreglároslas por vuestra propia cuenta como mejor podáis!... ¡y si les da por no andar hacia donde yo quiera!
No ha mucho andar, Alicia ya parece una auténtica yonqui. Quiere volver a la macropsia y tiene una sola duda. Supongo que tendré que comer o beber de esto o de aquello, ¿pero de qué? ¡Ése es el gran misterio! El “qué” era ciertamente el gran problema de Alicia. Miró en derredor y vio muchas flores y hojas de hierbas pero nada que tuviera el aspecto de ser lo que debía comer o beber en esas circunstancias. Una gran seta se erguía ahí cerca, casi tan grande como ella. ¿Qué comer? Hongos mágicos. De hecho, la macropsia y la micropsia son efectos que pueden alcanzarse tanto con hongos Psilocibos como con Amanita Muscaria. Sobre la seta hay una gran oruga fumando de una narguila, imperturbable, sin prestar la menor atención ni a Alicia ni a ninguna otra cosa. ¿Está fumando hashish? ¿Opio? La oruga le pregunta a Alicia:
-¿Quién eres tú?
Alicia responde: - Pues verá usted, señor..., yo..., yo no estoy muy segura de quién soy, ahora, en este momento; pero al menos sé quién era cuando me levanté esta mañana; lo que pasa es que me parece que he sufrido varios cambios desde entonces.
- ¿Qué es lo que quieres decir?- dijo la oruga con severidad- ¡Explícate!
- Mucho me temo, señor que no sepa explicarme a mí misma, pues no soy la que era, ¿ve usted?

¿Qué tipo de viaje está atravesando Alicia? Ya no es la misma que era antes de probar aquellas sustancias. En el mundo en el que se encuentra, las palabras son confusas, el sentido que tenían parece insuficiente. Ya no sabía siquiera hablar correctamente, nos cuenta Alicia. Un efecto nada extraño en la lógica psicodélica... y que, quienes no lo han vivido, suelen abordar como si sólo se tratara de la lógica del sinsentido. Allá ellos, yo seguiré el consejo de la oruga.





Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll, Alianza, 181 págs.